jueves, 12 de abril de 2012

163

Ayer me encontré con mi amiga Mariluz Bogarin en Erlangen y hace aproximadamente seis meses mi amiga me entrego un libro que había leído y disfrutado mucho. Escrito por una autora Mexicana de Puebla de nombre Ángeles Mastretta, es un libro de cuentos cortos que le hizo pensar en mí y en mis historias del corazón. Ella quería que yo lo leyera y que me sirvieran de inspiración.
Me entrego el libro una mañana mientras desayunábamos juntas y me dijo “Tienes que leer el numero  163. No te olvides 163. Ese cuento me hizo pensar en ti”. 163 me repitió.
Yo tengo una pésima memoria para las fechas y los números, es más no recuerdo ni mi propio numero telefónico. 163 me repetí varias veces pues parecía ser importante que yo leyera esa página del libro.
Mi amiga me explico que los cuentos no tenían titulo, ninguno de ellos, sólo había que fijarse en el número de página. El primer cuento empezaba en la página 9 y el ultimo comenzaba en la pagina 219. Extraño pensé. El libro tampoco tenia un índice para los diferentes cuentos.
En la noche luego de terminar todos mis deberes del día, tome el libro y me senté en la mesa del comedor de la sala, como quien se dispone a hacer una tarea o investigación científica. Tenia curiosidad por saber que cuento se escondía detrás del número 163 que me había insistido tanto mi amiga.

A mi no me gusta comenzar los libros por la mitad y el 163 era casi la tercera parte del libro. Sin embargo pensé que tenía que complacer a mi amiga leyendo el cuento que le había hecho entregarme aquel libro porque le recordaba a mis cuentos.
Comencé a leer el cuento ahí sentada en la mesa, leí el primer párrafo, me detuve y lo comencé de nuevo. Leí el segundo párrafo me detuve y volví al inicio del cuento. ¡Debo ser yo muy bruta!, pensé y es que no entiendo que dice, de que habla el cuento. ¿Por qué no tiene titulo el cuento? ¿Le habré entendido mal a mi amiga? ¿Será 136? Busque el 136 y no era, había un cuento en la pagina 135. Nada, me rindo, me dije, tiene que ser 163. Comencé nuevamente con el cuento, seguía sin entender de que se trataba, me sentía sofocada, impaciente, aturdida, pensé que tal vez el cuento era demasiado profundo para mi o podía ser que yo estaba muy cansada y no lograba comprender la historia. ¿Sera que tengo que comenzar por el primer cuento hasta llegar al 163? Me preguntaba. ¡Pero no cada cuento es independiente del siguiente! Estoy loca me dije a mi misma hablando sola. ¿Que hago?, ¿llamo a mi amiga y le pregunto que hacer?

Cierro el libro y decido que se debe al cansancio y mejor llevarme la tarea a la cama. Me preparo para dormir, me lavo los dientes, la cara, me pongo un piyama de algodón suave y me meto bajo mi edredón  de tamaño “Queen” con el libro sobre el pecho.
Enciendo la lámpara al lado de mi mesa de noche, pensando que lo más probable es que me quede profundamente dormida leyendo el cuento, que para mi era como leer en chino, ni idea con aquel cuento, yo no lo entendía.

¡Yo no me rindo fácilmente!, intentemos otra vez, pensé.
Acostada en mi cama abrí  el cuento y comencé a leer. Fue como si abrieran un chorro de agua salada dentro de mí, porque las lágrimas salían de mis ojos y yo no las podía detener. Yo leía el cuento y sentía cada una de las palabras en mi piel. Ya no era chino. Era castellano y todo tenía sentido, demasiado, tanto que yo no podía dejar de llorar. Llore hasta que me inundo un gran alivio. Entendía porque mi amiga me insistió tanto en que yo leyere aquel cuento.  El cuento se parecía a algo que habíamos conversado ella y yo en privado, podía ver como el cuento le hizo pensar en mi.

Pero para mi el cuento era mucho más, el cuento era como si lo hubiesen escrito para mi, un mensaje personal. Me sentí tan identificada que pensé que la del cuento era yo, otra yo. No podía dejar de llorar sintiéndome agradecida por tener a una amiga que me había entregado un tesoro con ese libro y ese cuento, con la intención de ayudarme a entender a través de una historia, un problema que hacía mucho tiempo ocupaba mi mente y mi corazón. Yo deseaba olvidar, como deseaba olvidar y casi lo logro. Pienso que la primera vez que trate de leer el cuento mi mente se bloqueo o entro en una especie de choque de pensamientos contra emociones, por eso las palabras no entraban en mi cabeza y cuando me acosté ya más relajada y con la mente más abierta, las palabras comenzaron a tener  sentido.

El cuento me ayudo a reflexionar, a pensar, me sirvió de inspiración y como auto ayuda personal.  Anoche volví a leer la historia y en vez de llorar, sonreí pues ya el problema que ocupaba mi mente en aquel tiempo se soluciono, lo vencí, lo supere y  quedo en el pasado. Ahora no es olvidar lo que quiero, ahora es recordar.      

Gracias Mariluz.
JP

Ángeles Mastretta – Mujeres de ojos grandes (Seix Barral Biblioteca Breve)
Pagina 163.

Había una luna a medias la noche que desquicio para siempre los ordenados sentimientos de la tía Inés Aguirre.
Una luna intrigosa y ardiente que se reía de ella. Y era tan negro el cielo que la rodeaba que adivinar por qué no pensó Inés en escaparse de aquel embrujo.
Quizá aunque la luna no hubiera estado ahí, aunque el cielo hubiera fingido transparencia, todo habría sido igual.  
Pero la tía Inés culpaba a la luna para no sentirse la única causante de su desgracia. Sólo bajo esa luna pudo empezarle a ella la pena que le tenía tomado el cuerpo. Una desdicha que, como casi siempre pasa, se le metió fingiendo ser el origen mismo de la dicha.
                Porque la noche aquella, bajo la luna, el hombre le dio un beso en la nuca como quien bebe un trago de agua, y fue una noche tan lejos de la pena que nadie hubiera podido imaginarla como el inicio de la más mínima desgracia. Apenas había llegado la luz eléctrica y las casas bajo el cerro parecían estrellas. En alguien tuvo que vengar esa luna el dolor que le dieron las casas encendidas, las calles bajo el cobijo de aquella luz comprada y mentirosa, la ingratitud de toda una ciudad anocheciendo tranquila, sin buscar el auxilio de su fulgor. De algo tenía que servir ella, alguien tendría que recordar su luz despidiendo la tarde, y ese alguien fue Inés Aguirre: la luna la empujó hasta el fondo de unos brazos que la cercarían para siempre aunque fueran a irse temprano.
                Al día siguiente, la tía Inés no recordó un ruego, menos una orden, pero tenía una luz entre ojo y ojo ensombreciendo tosa su existencia. No podía ya olvidar el aliento que le entibio los hombros, ni desprender de su corazón la pena que lo ató a la voluntad sagrada de la luna.
                Se volvió distraída y olvidadiza. Pedía auxilio para encontrar el lápiz que tenía en la mano, los anteojos que llevaba puestos, las flores que acababa de cortar. Del modo en que andaba podía derivarse que no iba a ninguna parte, porque después del primer paso casi siempre olvidaba su destino. Confundía la mano derecha con la izquierda y nunca recordaba un apellido. Termino llamando a sus tíos con el nombre de sus hermanos y a sus hermanas con el nombre de sus amigas. Cada mañana tenía que adivinar en cual cajón guardaba su ropa interior y como se llamaban las frutas redondas que ponía en el jugo del desayuno. Nunca sabía qué horas eran y varias veces estuvo a punto de ser atropellada.
                Una tarde hacía el más delicioso pastel de chocolate y a la semana siguiente no encontraba la receta ni sabía de qué pastel le hablaban. Iba al mercado para volver sin cebollas, y hasta el Padre Nuestro se le olvidó de buenas a primeras.  A veces se quedaba mirando un florero, una silla, un tenedor, un peine, una sortija y preguntaba con la ingenuidad de su alma:
– ¿Para qué sirve esto?
Otras, escribía en cualquier cuaderno toda clase de historias que después no podía leer porque con el punto final olvidaba las letras.
En uno de estos cuadernos escribió la última vez que supo hacerlo: “Cada luna es distinta. Cada luna tiene su propia historia. Dichosos quienes pueden olvidar su mejor luna”.     
  
Ángeles Mastretta
Mujeres de ojos grandes
(Seix Barral Biblioteca Breve)


6 comentarios:

Alan Rogers dijo...

Hahaha... ¿Cómo era el cuento 69? hahaha... Gracias querida amiga por compartir tus experiencias y este hermoso relato. Todo lo mejor. Besos y abarzos :)

Johanna Penny dijo...

Hola Alan,siempre haciendome reir. 69? jaja pensando en chocolates y recordandome que te debo un cuento. Tengo buena memoria no lo olvides. Cuidado con lo que metes en mi cabeza, jaja. Gracias por dejar tu comentario y seguir mis historias. Besos y abrazos por Madrid.

Alan Rogers dijo...

Para responder a tu pregunta son 14 (163) es decir 163 se repite 14 veces. Al final me tuviste haciendo cuentas... hahaha... Los chocolates combinan perfectamente con cualquier número, inclusive el 69... quizas en ese caso deba ser mejor un chocolate tipo fondue o nutella... hahaha... Todo lo mejor.

MasalaMom dijo...

¡Johanna!

¡Muchas gracias por compartir esta historia! Me alegra muchísimo que estés leyendo y disfrutando el libro que llegó a mis manos sin yo buscarlo...

Te voy a contar algo:
mi esposo no se cansa de decir que "todo pasa por algo" y en este caso veo que tiene ¡toda la razón!

Desde que empecé a leer el libro, supe que te gustaría mucho, que te serviría de inspiración y hasta que te identificarías con más de un cuento. El libro lo leí lo suficientemente lento como para disfrutarlo, pero también rápido para dártelo lo antes posible.

Sé que hubo más de un cuento que me hizo pensar en tí...y que hubo uno en especial que quería que leyeras, por eso me aprendí el número de la página para decirte que ese era el cuento que quería que leyeras.

Nunca apunté ese número de página...y por eso te lo repetí varias veces...y como veo, lo seguiste repitiendo muchas veces más, para que no se te olvidara. Yo sé que el número de la página tenía 3 dígitos... pero al leer de nuevo el cuento que transcribiste en el blog, me sorprendió que fuera ese. La verdad...¡ahora no me acuerdo bien porqué fue que te insistí que lo leyeras! Pero al leer el relato de cómo te identificaste con el cuento en ese momento, me parece increíble pensar que había una razón por la que lo necesitaras leer (en ese momento).

Me alegra mucho que estés terminando de leer el libro! Creo que además de ser una mujer de ojos grandes...¡eres una mujer de corazón grande!

¡Un gran abrazo!

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P.D. Después de leer los comentarios de Alan...me entró la duda...¿no era el cuento 169? ja ja!...¡es broma!

Johanna Penny dijo...

jajajajaja
Que risa con ester par de amigos mios!!!! jajaja

Johanna Penny dijo...

Gracias Mariluz,
Por tú hermoso comentario, que lotería tan buena y grande me saque yo con tú amistad.
“Todo pasa por algo” ¡Me gusta para un cuento, y ya estoy inspirada, gracias!
Te mando un fuerte abrazo desde Herzo Base.
JP