miércoles, 28 de septiembre de 2011

Pregúntame lo que quieras


¿Alan estas ahí?
¿Quería preguntarte algo?
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Acabo de llegar a casa Joha... Son las 16:30.
Pregúntame lo que quieras. Besos Alan


¡Cuantas veces no dejamos de preguntar algo por temor a la respuesta!
¿Cuantas veces conocemos las repuestas en el fondo de nuestro corazón, pero nos negamos a hacer la pregunta por temor a no poder continuar viviendo de la ilusión o por no querer tomar acción y hacer cambios en nuestras vidas?
Muchas veces hemos sacado el valor de quien sabe donde lo teníamos guardado para preguntar algo sumamente difícil, para que luego nos marearan con cuentos o nos salieran con misterios y así evitar responder a nuestra pregunta y dejarnos en la misma incertidumbre o con otras más profundas.
¿Cuantas veces hemos escuchado que no hay preguntas tontas?
¿Cuantas veces hemos evitado hablar de un tema solo para que nadie nos pregunte, nuestra opinión o lo que sentimos al respecto?


Recuerdo que de niña escuche que en la mesa no se habla de política, sexo o religión.
Hoy día todo eso cambio, ¡Ya no se habla de otra cosa!
Ayer en el almuerzo me preguntaron que, ¿que método usaba para no quedar embarazada? Yo casi me ahogo con el refresco y cambie rápidamente el tema para no tener que hablar de sexo.
¿A cuantas personas conocemos, a quienes podemos hacerles una pregunta y tenemos la certeza que nos van a dar una respuesta?
Si ustedes se han leído mis cuentos, ya saben quien es Alan, así que no voy a repetir toda la historia de la amistad que tenemos.
Desde hace días quería hacerle una pregunta a Alan, pero cada vez que tenía la oportunidad, se me olvidaba. Hasta que decidí, escribirle para decirle que tenía que preguntarle algo, pensando que él seguro me lo recordaría la próxima vez que estuviésemos en contacto.


Le escribí por Facebook:
¿Alan estas ahí?
¿Quería preguntarte algo?


Mi pregunta no tenía urgencia, no era algo que me quitara el sueño, no era serio o personal, si no más bien una pregunta tonta, algo que pensé seguro Alan se va a burlar de mí, cuando le pregunte. Estuve tratando de resolverlo sola por un rato, pero no pude y sabía que él si tenia la respuesta y no dudaría en compartirla conmigo. Sí algo se de mi amigo, es que es un hombre muy generoso y le gusta compartir sus conocimientos con otros.


El mismo día Alan me escribió:
Acabo de llegar a casa Joha... Son las 16:30. Pregúntame lo que quieras. Besos


¡Yo pensé sí esta en casa, prefiero llamarlo por 0,50 céntimos el minuto y hacerle la pregunta antes que se me olvide nuevamente!
Alan me contestó el teléfono y me saludó muy alegremente, como es su carácter, sé que estaba sonriendo y lo escuche contento del otro lado del teléfono. Hablamos de lo típico, del trabajo, de lo que hacemos en casa, del clima, y los cuentos. Hasta que por fin le dije, te llamo por que quería preguntante algo. 
Pregúntame lo que quieras me dijo y permaneció callado después de eso.


Yo le hice mi pregunta y lo escuche reír aliviado mientras me decía y yo acá angustiado pensando ¿que sería lo que tenías que preguntarme?, y pensando en ¿como te iba a responder?, sí con sinceridad o con el corazón o ¡que sé yo como!
Ahora yo me reía con él, pensando en que le había causado a mi amigo una inquietud sin necesidad con mi forma de preguntar.
Yo le dije, ¡pues recuerda siempre responder a mis preguntas con sinceridad! y me reí con él.
Sé que lo que te pregunto es tonto, pero tú sabes la respuesta y yo no temo quedar como una tonta desde hace mucho tiempo, agregue.
No hay preguntas tontas me respondió Alan, ayudándome con mi dilema y resolviendo mi problema.
Hablamos unos minutos más y luego nos despedimos y quedamos en seguir en contacto.


Al rato reflexionando en sus palabras “pregúntame lo que quieras” pensé que sería un buen titulo para uno de mis cuentos.


¿Cuantos amigos tenemos que nos abren de par a par su corazón y confían en nosotros, que se preocupan por nuestro bienestar, que no temen responder a nuestras preguntas con sinceridad, cautela y respeto para no herir nuestros sentimientos con sus repuestas?
¿Cuantos amigos tenemos que no tratan de simplemente adivinar de lo que carecemos, pero escuchan nuestras necesidades, comprenden lo que queremos, nos dan consuelo con sus palabras y nos ponen a buscar las respuestas en nosotros mismos?
        

Yo aprendí que tengo un amigo a quien le puedo preguntar lo que quiera y el conmigo puede hacer lo mismo, yo no lo voy a marear con diferentes respuestas o más preguntas, ni misterios. Le voy a responder con aprecio, respeto y sinceridad, como a mi espejo, como todos merecemos que respondan a nuestras preguntas, con la verdad y sin rodeos.
Gracias Alan por la inspiración para este cuento.
………..Y Pregúntame lo que quieras que para eso estamos los amigos.

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